Lionel Messi

Hoy leí una nota excelente del diario La Gaceta del destacado periodista Guillermo Monti, con quien comparti tardes de diario en "El Siglo XXI" hace muchos años ya. Frases justas que definen el actual momento por el que está pasando Lionel Messi luego de meter 4 goles al Arsenal, pero por sobre todo, muestran además, lo que nos pasa a los argentinos que siempre le encontramos algo malo a todo lo bueno que nos pueda llegar a suceder . Quise acompañar este proceso creativo de la caricatura que hice de Messi, previa al Mundial de Alemania 2006, con estas sabias palabras. Lo de Osvaldo Soriano al final es único.

"La Otra cara del Deporte - Messi no es el enemigo"
No deja de ser curiosa, dentro de lo incomprensible y frustrante de su naturaleza, esa tendencia que tenemos al autoboicot. A mirar con escepticismo los golazos de Messi, a desvalorizarlos en nombre de la supuesta mediocridad del fútbol español, o a categorizarlos en función de lo que el chico haga o deje de hacer en la Selección. La cruz con la que carga Messi no es la absurda comparación con Maradona, sino la mirada de una sociedad que se empeña en crear anticuerpos capaces de fagocitar el éxito. Así, mientras el mundo habla maravillas, por estas tierras se ponen las hazañas entre paréntesis. Se las supedita a un hipotético éxito en el Mundial. Se ata el futuro de Messi a lo que pueda suceder en Sudáfrica en lugar de disfrutarlo como lo que es: un hijo del potrero rosarino.
Si Argentina sale campeón del mundo o si fracasa dentro de dos meses es harina de otro costal. El presente, el fulgurante y maravilloso fútbol que Messi desparrama por las canchas europeas, es lo que cuenta y debería ser motivo de orgullo.
Nada que ver. De Messi se dice que juega en la Selección por obligación, que lo hace de mala gana, que habla poco en el seno del plantel, que no sabe cantar el himno (!), que es más catalán que argentino, que no pone la pierna fuerte, que sólo le interesa la plata y una interminable lista de etcéteras que se acomodan al discurso de turno.
La única realidad es que no ha conseguido rendir con la celeste blanca a la altura que lo hace en Europa. Al igual que Higuaín, Tevez, Agüero, Milito, Zanetti y todos las estrellas de las que hablan maravillas cada fin de semana del otro lado del charco.
El problema es que a Messi se lo cobran el doble, o el triple, porque el hecho de que sea el mejor del mundo no deja de provocar escozor por estas tierras. Opinó el periodista Martín Castilla: "cabe preguntarse cuánto de preparada está esta sociedad para profundizar y para entender que no son antiargentinos los que han conseguido destacarse fuera del país, sino que han tenido que vivir distintas circunstancias que los llevaron a eso. Que no son el enemigo y que, incluso, hacen que el nombre de la Argentina recorra el mundo. Está a la vista, Messi no sólo desnuda a las defensas rivales sino que también desviste algunas de nuestras debilidades y fallas".
Todo tiempo pasado no fue mejor; fue diferente. Por eso es tan ocioso el paralelismo Maradona-Messi. Los contextos históricos definen conductas y respuestas, y a ambos los separan demasiados años, experiencias, compañeros, adversarios.
¿Por qué el empecinamiento en restarlos, cuando la historia nos regala la chance de sumarlos y potenciarlos? Seguramente, porque somos argentinos.
Alfredo Di Stéfano fue un revolucionario del fútbol, considerado en Europa -y dale con las comparaciones- al nivel de Pelé. Y qué decir de la adoración que Enrique Omar Sívori generó en Italia. Jugadores de fantasía que en el nuevo imaginario de los argentinos van quedando marginados. Dicen los colombianos que nunca vieron un futbolista como Adolfo Pedernera. De ejemplos está tapizada nuestra identidad.
¿Será posible alguna vez que nos entreguemos al goce? ¿O estamos condenados a sufrir a Messi más que a alegrar el corazón con una gambeta?
Y volvamos al Mundial, pensado a esta altura como la madre de todas las batallas por la patria futbolera. ¿Y si Messi pasa inadvertido? ¿Y si lo marcan bien? ¿Y si erra un penal clave? No es fácil estar en la piel del pibe, tan azotada por la argentinidad.
Escribió Osvaldo Soriano, a propósito de la muerte de Borges en Ginebra:
"Pocos son los hombres que han hecho algo por este país y han podido o querido descansar en él. Mariano Moreno, el revolucionario, murió en alta mar; San Martín, el libertador, en Francia; Rosas, el dictador, en Inglaterra; Sarmiento, el civilizador, en Paraguay; Alberdi, el de la Constitución, en París; Gardel, que nos dio otra voz, en Colombia; el Che de la utopía, en la selva de Bolivia. Es como si el país y su gente no fueran una misma cosa, sino un permanente encono que empuja a la separación, al exilio o al desprecio".

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